Aranceles “afinados” y estables: ganadores y perdedores globales
La guerra comercial iniciada años atrás entre Estados Unidos y China se ha transformado en una política comercial más permanente y amplia. Los aranceles impuestos por EE.UU. se han “afinado” y vuelto más estables, extendiéndose incluso a otros países. En 2025, la administración estadounidense mantuvo e incrementó muchos gravámenes: se aplican tarifas generales de 10% a 20% a importaciones de decenas de países, incluidos aliados tradicionales (15% a bienes de la Unión Europea, Japón y Corea del Sur; 20% a productos de Vietnam, Taiwán o Bangladesh). Además, se han focalizado sectores estratégicos: por ejemplo, se anunció un arancel del 100% a chips y semiconductores importados (con excepción de los fabricados dentro de EE.UU.). Estas medidas reflejan una segunda fase de la guerra comercial –una “Guerra Comercial 2.0”– en la que Washington busca cerrar brechas y evitar que sus empresas evadan aranceles usando terceros países.
Con los aranceles elevados convertidos en un hecho duradero, comienzan a perfilarse ganadores y perdedores. México despuntó como uno de los ganadores relativos, al beneficiarse del desvío de comercio y la relocalización de manufactura hacia Norteamérica. Las exportaciones mexicanas a EE.UU. han crecido aceleradamente, con un aumento de más del 20% anual entre 2020 y mediados de 2024. De hecho, México superó a China como primer socio comercial de EE.UU. en 2023, gracias al auge del nearshoring (relocalización cercana) y a sus amplios acuerdos comerciales. En contraste, China ha visto reducida su cuota en las importaciones estadounidenses, cayendo del 17.7% al 13.5% del total entre 2020 y 2024. Países asiáticos como Vietnam, India, Malasia o Tailandia también captaron parte de la producción desviada de China, al menos hasta que los recientes aranceles “recíprocos” de Washington comenzaron a poner en riesgo la rentabilidad de la estrategia China Plus One.
Sin embargo, incluso los ganadores enfrentan costos y riesgos. Las empresas de EE.UU. y consumidores locales sufren precios más altos e incertidumbre en las cadenas de suministro. Los aranceles estables encarecieron insumos y productos finales; el propio Fondo Monetario Internacional elevó la proyección de inflación estadounidense para 2025 en un punto porcentual (hasta ~3%) debido a estas tarifas. Sectores manufactureros estadounidenses protegidos –como el acero, aluminio o semiconductores– ganaron respiro frente a la competencia extranjera, pero otras industrias enfrentan represalias y costos mayores. Por ejemplo, las exportaciones agrícolas de EE.UU. a China volvieron a resentirse: tras los nuevos aranceles de 2025, las ventas de soya estadounidense a China cayeron 67% en solo una semana de abril, y expertos advierten que muchos agricultores “lo pasarán mal” con las represalias chinas. En muchos sentidos, la guerra comercial reciente confirma que “todos pierden” algo: las cadenas globales son menos eficientes, los precios suben y la incertidumbre pesa sobre la inversión.
Nearshoring en México: oportunidad histórica, progreso rezagado
En México, la reconfiguración de las cadenas productivas globales abrió una oportunidad histórica de nearshoring. La cercanía geográfica, costos laborales competitivos y el marco del T-MEC (USMCA) hicieron al país sumamente atractivo para la relocalización de manufactura antes en Asia. El Gobierno mexicano reportó un récord de 36,000 millones de dólares en Inversión Extranjera Directa (IED) en 2023, un 27% más que el año anterior. Se anunciaron más de 400 proyectos de inversión (US$170 mil millones entre 2023 y agosto de 2024) relacionados con nearshoring, incluyendo planes de gigantes automotrices como Tesla, BMW, Ford, GM, así como armadoras asiáticas como BYD (China) y Kia. Este boom inicial perfilaba a México como principal beneficiario de la tendencia y generó esperanzas de que el país evolucione de centro maquilador a hub de innovación manufacturera.
No obstante, el furor del nearshoring perdió fuerza repentinamente a finales de 2023 y comienzos de 2024, dejando proyectos en el aire. Aunque la IED total fue alta, la porción de nueva inversión cayó drásticamente: solo 4,817 millones de dólares de capital “nuevo” ingresaron en 2023 (apenas 13% de la IED total, frente al 50% en 2022). Esto indica que el boom no se tradujo en tantas fábricas nuevas como se esperaba. De hecho, en julio de 2024 Tesla pospuso indefinidamente la construcción de su megaplanta en Nuevo León, enfriando uno de los proyectos emblemáticos del nearshoring. A raíz de ello, inversiones planeadas en sectores clave como acero y aluminio –insumos para autopartes– quedaron en duda, y varios proveedores frenaron en seco sus planes de expansión.
La principal causa de este rezago fue el resurgimiento de las tensiones comerciales con EE.UU. a inicios de 2025. La llegada de un nuevo gobierno estadounidense hostil sacudió la confianza: Donald Trump, al retomar la presidencia, amenazó con aranceles generales de 25% a todas las importaciones mexicanas (bajo el argumento de frenar drogas y migración) y llegó a imponer inicialmente ese 25% a las exportaciones de México y Canadá. Aunque luego exentó temporalmente vehículos y bienes cubiertos por el T-MEC y pospuso por un mes la entrada en vigor plena de estos aranceles, el daño al clima de inversión ya estaba hecho. La incertidumbre se disparó, pues México vio peligrar su acceso preferencial al mercado estadounidense. “Las empresas que estaban cautelosas, esperando a ver qué pasaba, detuvieron sus proyectos”, describen analistas del sector inmobiliario industrial. De hecho, el empleo manufacturero mexicano retrocedió –se perdieron más de 100,000 puestos a inicios de 2025– reflejando el frenazo en la actividad.
Ante este escenario, México respondió con medidas defensivas para apuntalar el nearshoring. A partir de abril de 2024, el gobierno de López Obrador (y luego el de la presidenta Claudia Sheinbaum) impuso aranceles temporales de 5% a 50% a 544 productos importados de países sin acuerdo comercial (principalmente China, India, Vietnam). El decreto abarcó desde acero, aluminio, químicos y plásticos hasta textiles, calzado, muebles e instrumentos musicales, buscando proteger a fabricantes locales vulnerables. Oficialmente, se dijo que estos aranceles darían “oxígeno” a las industrias nacionales golpeadas por importaciones baratas, y crearían condiciones justas para empresas que podrían invertir en México vía nearshoring. Sin embargo, muchos observaron el trasfondo geopolítico: EE.UU. presionaba a México para frenar el avance de mercancías chinas en Norteamérica. Expertos señalaron que este alineamiento de México con Washington –“planta cara” a China– era en buena medida una respuesta a la preocupación estadounidense de que China use a México como puerta trasera al mercado de EE.UU.. Aun con sus matices, la estrategia mexicana marca un giro proteccionista poco habitual, reflejando la prioridad de consolidar el nearshoring incluso a costa de tensiones comerciales con Asia.
En medio de las “tormentas” arancelarias, hay indicios de estabilización moderada en 2025. Tras el shock inicial de las amenazas de Trump, se logró una tregua comercial temporal de 90 días entre EE.UU. y China que redujo algunas tarifas elevadas y “tranquilizó las aguas” a partir de abril. Esto dio un respiro a inversionistas: empresas que habían puesto en pausa sus planes en México reanudaron conversaciones y diseño de proyectos a partir del segundo trimestre de 2025. Ejecutivos locales reportan un repunte en la demanda de naves industriales desde abril y planes de inversión significativos en parques fronterizos. Se han retomado ampliaciones de plantas automotrices (por ejemplo, BMW en San Luis Potosí para producir baterías eléctricas, o Volvo construyendo una planta de camiones en Nuevo León). También el sector logístico muestra dinamismo, con mayor demanda de almacenes y centros de distribución para suplir la relocalización productiva.
No obstante, el futuro del nearshoring en México sigue supeditado a la certidumbre comercial. Voces de la industria advierten que para detonar una “segunda ola” de inversiones se requiere extender la tregua arancelaria o alcanzar acuerdos más firmes. También será clave la revisión del T-MEC en 2026, donde México buscará garantizar que no se repitan aranceles unilaterales. En paralelo, México debe resolver cuellos de botella internos –infraestructura, energía, agua, seguridad y estado de derecho– que hoy limitan su atractivo pese al nearshoring. Las últimas proyecciones reflejan cautela: organismos como el FMI y la OCDE han recortado la expectativa de crecimiento de México para 2025 a apenas ~1% o menos, citando la incertidumbre comercial y sus “efectos multiplicadores” negativos. En palabras de un análisis, “el nearshoring está en declive” y el país solo podrá capitalizarlo plenamente si logra condiciones estables a mediano plazo. En suma, México vislumbra grandes beneficios a largo plazo, pero el camino se ha vuelto más accidentado de lo previsto.
China: entre la resistencia asiática y la pérdida de mercado
A siete años del inicio de la guerra comercial, China sigue siendo el gran protagonista, aunque ya no el único. Por un lado, es claro que China ha perdido terreno en el mercado estadounidense debido a los aranceles punitivos. Las exportaciones chinas a EE.UU. se contrajeron, reflejado en la caída de su participación de mercado en importaciones de ~18% a ~13%. Asimismo, la nueva ronda de tarifas de 2025 –incluyendo el arancel masivo de 145% a casi todos los bienes chinos impuesto por Trump– provocó una paralización súbita de envíos hacia EE.UU.: las reservas de carga marítima desde China a EE.UU. cayeron entre 30% y 60% en abril. Esta abrupta caída en el flujo comercial confirma que las barreras han surtido efecto aislando a China del mercado norteamericano, al menos temporalmente.
Sin embargo, las fábricas asiáticas –especialmente las chinas– han demostrado resiliencia y astucia para seguir “ganando mercado” de otras formas. Frente a los obstáculos de acceso directo a EE.UU., China ha redirigido sus exportaciones hacia terceros países y mercados emergentes. Un claro ejemplo es México: el flujo de componentes y materias primas de China hacia México se ha disparado, creciendo 33% en 2023 y otro 26.2% entre enero y julio de 2024. Muchos fabricantes chinos están abriendo plantas en suelo mexicano o enviando piezas para ensamblar allá, de modo que el producto final ingrese a EE.UU. etiquetado como “Hecho en México”. Este proceso de nearshoring de empresas chinas en México cambia la “nacionalidad económica” de los bienes y les permite esquivar los aranceles como productos regionales. La tendencia es tan marcada que analistas describen a México como una “puerta trasera” para mercancías chinas a Norteamérica. De hecho, en mayo de 2024 se alcanzó un récord histórico de contenedores enviados de China a México, confirmando este desvío de la cadena de suministro.
Al mismo tiempo, China ha intensificado su presencia manufacturera en otros países asiáticos para diversificar riesgos. Desde la primera guerra arancelaria (2018-2019), empresas chinas expandieron producción en Vietnam, Indonesia, Malasia y otros vecinos, aprovechando menores salarios y acuerdos comerciales. Algunas de estas naciones (p. ej. Vietnam) ganaron cuota como proveedores de EE.UU. durante la etapa inicial de la guerra comercial. Pero la reciente ofensiva de aranceles “recíprocos” de Washington también alcanzó a varios socios del Indo-Pacífico, poniendo en jaque la estrategia China+1. Este año, EE.UU. ha exigido a sus aliados y socios comerciales que reduzcan lazos con China como condición para evitar aranceles mayores. No sorprende que países como Vietnam o Tailandia ahora gestionen con cautela sus ventajas: la pausa arancelaria de 90 días en 2025 dejó ver que si China logra reducir sus costos de exportación (aunque sea temporalmente), esos países podrían perder competitividad, a menos que negocien mejores acuerdos con EE.UU.. En efecto, Vietnam ya explora un acuerdo bilateral más favorable y otros buscan resaltar su cumplimiento del T-MEC (en el caso de México) para no ceder el terreno ganado.
En el plano interno, China se prepara para una era de confrontación comercial prolongada. Pekín ha mostrado una combinación de firmeza y adaptación: rehusó confirmar supuestas negociaciones si estas no existen, pero a la vez deja “la puerta abierta” al diálogo. Mientras tanto, diversifica sus importaciones y exportaciones lejos de EE.UU., reforzando lazos con el llamado Sur Global. Desde 2018, China incrementó la compra de soya y energéticos a Brasil, Medio Oriente y otros proveedores alternativos. Esto mitiga el impacto de perder compras estadounidenses de granos o hidrocarburos: funcionarios chinos aseguran que pueden cubrir sus necesidades agrícolas y energéticas sin productos de EE.UU.. Asimismo, el gobierno chino ha lanzado iniciativas diplomáticas y comerciales para consolidar mercados en Asia, África y Latinoamérica, buscando compensar la menor demanda americana. Cabe destacar que solo ~3% del PIB de China depende directamente de exportaciones a EE.UU., por lo que una caída en ese frente, aunque significativa, es manejable si se sostiene el crecimiento doméstico y otros mercados.
Pese a todo, la posición de China en la manufactura global sigue siendo dominante. Su enorme ecosistema industrial, infraestructura y capacidad tecnológica no se replican fácilmente. Expertos estiman que los nuevos aranceles de Trump podrían recortar hasta 2.4 puntos del crecimiento del PIB chino, pero aun así China mantiene su meta oficial de 5% anual y confía en la resiliencia interna. Además, EE.UU. continúa dependiendo de China en áreas críticas: aproximadamente el 60% de los minerales estratégicos que Estados Unidos importa (insumos clave para energías limpias, baterías y tecnología militar) provienen de China. Esta interdependencia asimétrica –China puede buscar suplir alimentos o energéticos en otros mercados, pero EE.UU. tiene difícil reemplazar insumos minerales chinos a corto plazo– significa que Beijing conserva poder de negociación. En resumen, China “resiste la tormenta” comercial fortaleciendo relaciones con otros países y explotando las grietas de la estrategia de EE.UU.. Aunque ha cedido terreno inmediato en Norteamérica, el “dragón asiático” se mantiene muy presente a nivel global, adaptándose para seguir siendo la fábrica del mundo en la nueva normalidad.
India: ¿próxima gran fábrica o nuevo frente de tensión?
India ha emergido en años recientes como un candidato natural a beneficiarse del reajuste de la manufactura global. En Washington, muchos ven a India como un socio estratégico para la política de “friendshoring” –trasladar cadenas de suministro hacia países amigos– con el fin de reducir la dependencia de China. De hecho, a principios de 2025 se habló de un posible acuerdo comercial Estados Unidos-India para incentivar a empresas estadounidenses a invertir en India y así crear una alternativa al “gigante” chino. Las ventajas de India incluyen una población enorme y joven, costos laborales bajos y afinidad cultural/idiomática con Occidente. Compañías multinacionales ya comenzaron a mover operaciones a la India en sectores como electrónica de consumo: por ejemplo, Apple aceleró la fabricación de iPhones en India como parte de su giro fuera de China. Estas tendencias sugieren que India podría captar una porción mayor de producción global en los próximos años.
No obstante, los expertos coinciden en que India no puede reemplazar a China en el corto plazo como “la fábrica del mundo”. Hay obstáculos estructurales: infraestructura insuficiente, burocracia, y menores capacidades técnicas e industriales en comparación con China. “No es posible en el corto plazo, en términos de pericia e infraestructura, que India supla a China”, afirmó un analista de mercados internacionales. India aún enfrenta desafíos para escalar su manufactura en rubros clave como textiles, automotriz y electrónica al nivel requerido. En el mejor de los casos, India podría crecer como parte de un plan a largo plazo, pero no existe un “atajo” para replicar décadas de desarrollo industrial chino. En el fondo, la apuesta de EE.UU. por India no es solo económica sino geopolítica: integrar más a India en la órbita estadounidense evita “dejarla en bandeja” a una alianza China-Rusia. Washington valora que India, a pesar de su histórica postura no alineada, comparte principios democráticos y rivaliza con China en Asia. Aun así, por ahora India funciona más como un complemento que como reemplazo de China en las cadenas globales.
Paradójicamente, en 2025 India también se ha visto envuelta en roces comerciales con EE.UU., lo que refleja lo complejo del tablero. El gobierno de Trump, enfocado en castigar acercamientos con adversarios, dirigió su mira hacia Nueva Delhi cuando India siguió comprando petróleo ruso. En agosto, EE.UU. impuso un arancel adicional de 25% a las importaciones desde la India como represalia por esas compras de crudo, elevando los gravámenes totales a productos indios hasta el 50%. Esta medida sorprendió e indignó a India: el gobierno de Narendra Modi calificó de “injustos e irrazonables” los nuevos aranceles estadounidenses e inmediatamente exploró acciones de respuesta. De hecho, por primera vez India notificó formalmente a la OMC posibles represalias contra EE.UU. –suspensión de concesiones arancelarias equivalentes– en respuesta a los aranceles del 25% que Washington mantenía sobre el acero y aluminio indios. Esta postura más firme de Nueva Delhi contrasta con su cautela anterior (recordemos que India había pospuesto retaliaciones en la primera guerra comercial). Ahora, ante el embate de Trump, India adopta una actitud más asertiva para defender sus intereses.
En suma, India se encuentra en una posición dual. Por un lado, es vista como potencial ganadora del reordenamiento industrial global: grandes multinacionales anuncian inversiones allí, y el país muestra un sólido crecimiento económico (se prevé ~6% anual, por encima del promedio mundial). Por otro lado, también sufre los coletazos de la guerra comercial, al no alinearse completamente con la política occidental (su autonomía en política exterior con Rusia le ha costado sanciones comerciales). Es probable que India siga recibiendo inversiones productivas importantes en sectores como electrónica, farmacéuticos, autos y textiles a medida que empresas diversifican sus fábricas fuera de China. Pero igualmente tendrá que negociar cuidadosamente con EE.UU. para evitar ser objetivo de más medidas punitivas. En palabras de analistas, India “no podrá llenar el vacío chino” en el corto plazo, pero sí puede emerger más fuerte de estas guerras comerciales si logra atraer capital productivo sin aislarse comercialmente. Su reto será convertirse en una potencia manufacturera complementaria, navegando entre la oportunidad y la presión geopolítica.
Cadenas minoristas bajo presión: escasez, costos y adaptación
La turbulencia arancelaria ha tenido un fuerte impacto en las cadenas minoristas, tanto en Estados Unidos como en México. Los retailers –desde gigantes multinacionales hasta pequeños comercios– han debido lidiar con aumentos de costos, riesgo de desabasto y cambios en sus proveedores. En Estados Unidos, las empresas minoristas han alzado la voz sobre las consecuencias directas de los aranceles elevados a China. A fines de abril de 2025, ejecutivos de los dos principales retailers en Estados Unidos advirtieron que los nuevos aranceles (145% a productos chinos) podrían dejar “estantes vacíos” en los próximos meses. Esta alarma recuerda los peores momentos de la pandemia, pero ahora la causa es aduanera, no sanitaria. Desde que entró en vigor el arancel masivo, muchas compañías estadounidenses cancelaron pedidos a proveedores chinos, paralizando flujos de inventario. Datos portuarios confirman la caída: se proyecta que en mayo el tráfico de buques hacia Puerto de Los Ángeles sea 33% menor que el año anterior debido al desplome de importaciones chinas. La Federación Nacional de Minoristas (NRF) calcula que, si las tarifas se mantienen, las importaciones totales de bienes al país caerían 20% en el segundo semestre de 2025, con fuerte impacto en categorías de temporada. Entre los productos en riesgo de escasez los minoristas enumeran:
• Calzado y ropa (desde zapatillas hasta vestimenta básica)
• Juguetes y útiles escolares (categorías sensibles para back-to-school y Navidad)
• Electrónicos de bajo costo (aparatos y accesorios asequibles, en su mayoría fabricados en Asia)
• Productos alimenticios perecederos importados (por ejemplo, ciertos jugos o pescados)
Para los consumidores estadounidenses, esto augura menor variedad y precios más altos en artículos cotidianos. De hecho, ante la disminución de oferta, el retailer más grande en Estados Unidos anunció que se verá obligado a subir precios en varios departamentos. Los márgenes de las grandes cadenas se están estrechando: Una de las grandes cadenas minoristas reportó presiones significativas en sus ganancias por la combinación de aranceles y menor tráfico en tiendas. Es decir, los minoristas también “pagan un precio” por la guerra comercial, no solo en costos sino en ajustes operativos.
Como respuesta, las cadenas han acelerado la diversificación de sus proveedores y la relocalización de su abastecimiento. Retailers estadounidenses empezaron desde 2019 a buscar fabricantes en otros países (Vietnam, India, México) o a incrementar compras domésticas, pero la escalada de 2025 redobló esta urgencia. Voces de la industria señalan que las empresas más grandes en la industria retail de Estados Unidos mantendrán sus planes de alejar producción de China pese a cualquier tregua temporal. Incluso con la pausa arancelaria de 90 días otorgada en mayo, muchos minoristas siguieron con cautela: aprovecharon para adelantar importaciones libres de arancel (llenando almacenes a corto plazo) pero no confían en una solución duradera, así que continúan buscando proveedores alternativos. En algunos casos extremos, marcas pequeñas han optado por suspender ventas a EE.UU. o absorber costos temporalmente, temiendo la volatilidad futura. En resumen, las cadenas comerciales norteamericanas están reestructurando sus cadenas logísticas para sobrevivir en un entorno donde depender de un solo país (China) es demasiado arriesgado.
En México, el impacto en los minoristas tiene aristas distintas. Por un lado, las medidas del gobierno para favorecer el nearshoring incluyen también cerrar brechas por donde entraban productos asiáticos baratos que competían con lo local. Un caso emblemático es el de las tiendas en línea asiáticas como Shein y Temu, muy populares por vender ropa y bienes de bajo costo directamente desde China al consumidor mexicano. A partir del 1 de enero de 2025, México impuso un arancel general de 19% a todos los paquetes de comercio electrónico procedentes de países sin acuerdo comercial (como China). En paralelo, a envíos de EE.UU. y Canadá vía courier se les fijó 17% si exceden $50 dólares. Estas nuevas reglas eliminan en la práctica la exención de bajo valor que antes permitía a plataformas asiáticas inundar el mercado sin pagar impuestos. Además, en diciembre de 2024 se decretó un alza de aranceles de hasta 35% en franjas de productos como ropa (vestidos, camisas), textiles del hogar (mantas, cortinas) e incluso tiendas de campaña. El objetivo declarado fue evitar la subvaluación y competencia desleal, garantizando “piso parejo” para las empresas mexicanas y protegiendo empleos locales. Autoridades señalaron que muchos artículos venían evadiendo impuestos o a precios artificialmente bajos, dañando a la industria nacional sin realmente abaratar tanto al consumidor final.
Estas medidas ciertamente afectan a los minoristas y consumidores en México. Shein y Temu, gigantes del comercio electrónico de importación, son particularmente vulnerables a los nuevos aranceles. Su modelo de negocio –productos muy baratos enviados directamente desde Asia al cliente– pierde parte del atractivo cuando cada paquete suma 19% de impuesto. Esto podría traducirse en precios más altos o menor surtido en esas plataformas, y posiblemente en una reducción de su cuota de mercado en favor de tiendas locales o cadenas establecidas. De hecho, se nivela un poco la competencia para minoristas tradicionales (incluyendo filiales de los dos mas emblemáticos retailers globales en México u otros) que sí pagaban impuestos completos por importar mercancía. En el corto plazo, es posible que el consumidor mexicano note que ciertas “gangas” importadas ya no son tan baratas. No obstante, la intención del gobierno es que esa demanda se redirija hacia productos hechos en México o de socios del T-MEC, reforzando la cadena regional. Habrá que ver si la producción nacional puede llenar rápidamente los huecos dejados por las importaciones encarecidas –de lo contrario, podrían surgir presiones inflacionarias en rubros como vestido o calzado.
Un efecto colateral a vigilar es la interacción con el programa IMMEX (maquila) de México. Algunos expertos han advertido que los nuevos aranceles mexicanos, si no se aplican con cuidado, podrían interrumpir esquemas donde empresas extranjeras importan insumos libres de impuestos para ensamblar en México y reexportar. Es decir, medidas pensadas para frenar bienes de consumo terminados (por ejemplo, ropa china vendida al detal) podrían golpear a fabricantes que importan componentes para producir en México (por ejemplo, telas para confeccionar aquí). Hasta el momento, la autoridad ha indicado que su objetivo son prácticas abusivas y evasión, no entorpecer la manufactura de exportación. No obstante, es un balance delicado: proteger la industria local sin ahuyentar inversión manufacturera extranjera.
En síntesis, las cadenas minoristas en México y EE.UU. se están adaptando bajo intensa presión. En ambos países, los retailers enfrentan el desafío de mantener surtidas sus tiendas sin trasladar totalmente el golpe de los aranceles al consumidor. En EE.UU., esto significa diversificar proveedores, replantear precios y posiblemente aceptar menores márgenes para no perder clientes. En México, implica ajustar catálogos y buscar abastecimiento nacional o regional para llenar los espacios que ocupaban importaciones baratas. Si algo ha dejado claro la guerra comercial hasta hoy es que el sector minorista –el más cercano al consumidor final– es un termómetro inmediato de sus efectos: desde los estantes vacíos o llenos, hasta el precio que pagamos por la ropa, los juguetes o los alimentos diarios. Las tiendas se encuentran en la primera línea de esta batalla comercial global, reinventando sus estrategias para seguir operando en un mundo de aranceles elevados e incertidumbre comercial.
Un nuevo orden manufacturero en construcción
A finales del verano de 2025, la situación comercial global dista de haberse normalizado. La “pausa” arancelaria entre EE.UU. y China concluye y no hay aún un acuerdo definitivo, lo que augura posibles reescaladas en el corto plazo. La guerra comercial se ha prolongado lo suficiente como para reconfigurar las cadenas de suministro internacionales, pero no para resolver las tensiones subyacentes. En este panorama, México sigue apostando fuerte al nearshoring, intentando consolidarse como el gran ganador de la rivalidad entre superpotencias. Ha logrado avances notables –más inversiones, mayor participación en el mercado de EE.UU.– pero enfrenta el reto de mantener la confianza empresarial en medio de vaivenes políticos. Sus fábricas podrían ser pilares de una nueva manufactura norteamericana integrada, siempre que el entorno comercial norteamericano recupere estabilidad y se cumplan las reglas del T-MEC sin sobresaltos.
Mientras tanto, las fábricas asiáticas no están derrotadas, sino evolucionando. China y otros países de la región han demostrado capacidad de adaptación: reubicando plantas, buscando mercados alternos y negociando cuando es posible. China mantiene su peso industrial global, aunque con un rol ajustado a la nueva realidad multipolar de “friendshoring” y “decoupling” parcial. India se perfila como pieza clave del rompecabezas futuro, aspirando a un rol mayor en la manufactura mundial, pero deberá superar obstáculos domésticos y navegar su relación con Washington. Y los minoristas –esos eslabones finales de la cadena– continuarán presionando por certidumbre y costos razonables, pues de ello dependen tanto sus negocios como el bolsillo de millones de consumidores.
La gran pregunta que queda abierta es si nos encaminamos a un sistema de bloques comerciales más regionalizados (Norteamérica, Europa, Asia) o si habrá espacio para recomponer las reglas globales del comercio. Por ahora, la “guerra” arancelaria ha dado paso a una especie de nueva Guerra Fría comercial, donde la seguridad económica se entrelaza con consideraciones geopolíticas. México, en especial, camina una línea fina: busca aprovechar la coyuntura para desarrollarse industrialmente, pero sin quedar atrapado en las pugnas de las potencias. Los próximos meses serán cruciales. Una cosa es segura: hasta lo que se sabe hoy, los impactos de esta guerra comercial continúan evolucionando y configurando un nuevo orden manufacturero, cuyos ganadores y perdedores finales aún están por definirse.